jueves, 26 de febrero de 2015

Barrancabermeja: una novela de rufianes, proxenetas, obreros y petroleros



De Rafael Jaramillo Arango no tengo muchos datos. Apenas he podido leer su novela Barrancabermeja (1934), un relato de la explotación petrolera en Barrancabermeja contado desde el punto de vista de un chico buscando fortuna. Se le apoda “Campito”. Se casa con una prostituta y convive entre proxenetas, bandidos y rufianes. Desde su visión se nos muestra la decadencia de un pueblo en la prosperidad, prosperidad usurpada por los “gringos”.  La narración tiene un tono de denuncia. Podría compararse a otras novelas como La bruja de las minas de Gregorio Sánchez o El hombre bajo la tierra de Lizarazo, aunque estas últimas estén mejor escritas y estructuradas. Barrancabermeja adolece de la ingenuidad y buen pensamiento de su protagonista, quien en medio de todo, inmiscuido en la más terrible suciedad moral, no acepta que sus placeres también están ahí. Encontrar el amor, hacer dinero, conversar con Don Manuel. Convive con los explotadores, ríe con ellos, sin embargo quiere ser moralista y plantarse punto aparte de esa sociedad de la que sin duda es un engranaje más.

Hay momentos memorables: el retrato de los indígenas botando el oro a los ríos en ofrenda, la riqueza para ellos lo es por su belleza, dice el narrador, no por su uso. Y eso fue lo que trajo la modernidad. La belleza era un medio, no un fin; la ofrenda a dar y no la necesidad a conseguir. Campito muere, lanzándose al río como una de estas ofrendas, perdido para siempre, en la tierra en que los indios usaban el petróleo, el “oro negro”, para encender antorchas en la noche, o para los ritos en los que se encendían fuego unos a otros, no es distinto de los que hacemos hoy, dice Don Manuel.

He googleado el nombre de Rafael Jaramillo, apenas he encontrado una escueta biografía, y un poema que León de Greiff le dedicó. Rafael perteneció al grupo literario “Panidas”, en Antioquia. Tiene un libro de cuentos infantiles llamado El arequipe en el reino de Dios . Nació en 1896 en Sonsón Antioquia y murió en 1963. No tiene una entrada en la Wikipedia. Fue amigo de Carrasquilla y León de Greiff quienes también hacían parte de los “Panidas”, que se reunían en un café llamado El Globo.

La novela Barrabermeja se instala en la llamada Novela social, junto con La vorágine y otras tantas. Las categorías son odiosas (y terrible-perverso-deprimente),  nos interesa la ficción y cómo se compone en la novela. Esta  tiene un tinte de denuncia en sus elementos internos, los que valen, los que la hacen arte, para pensar un poco en lo que decía Eliot al cuestionar el Hamlet de Shakespeare. La denuncia no debe aflorar porque sí, debe estar cargada de los acontecimientos que de una u otra forma hacen inevitable sentir la podredumbre del mundo, eso lo hace el arte (eso es lo que consigue Las uvas de la ira, por ejemplo). No atañe a los elementos de la condición humana, a lo que significa vivir y crecer en cierto tipo de sociedad. Sino que se despliega en señalar un culpable sin mostrar las propias contradicciones de la sociedad, del ser mismo. Barrancabermeja es una novela de denuncia (cosa que no la de Eustaquio dado que en ella prevalecen otros motivos, y sentimientos más grandes que el de denuncia, aunque claro, todo el maltrato y abuso esté allí).

Pero no por ello es mala. Tiene momentos divertidos, como el juicio por una lora que el juez, casi tan sabio como Salomón, decide poner a hablar para saber su verdadera dueña. O elementos narrativos como usar mala ortografía cuando habla una persona malhablada, como la prostituta. Sus escenas son cercanas al costumbrismo de Carrasquilla, pero mucho más sencillas. Y la violencia que retrata es valiosa.  

Campito repite estos versos de Antonio Machado antes de morir:

“El golpe en tierra de un ataúd

Es algo perfectamente serio…”

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